Inés decidió compartir con Mía su vida, pero de a poco esta Jack Russell se fue apoderando de los espacios de la casa; la cama; los sillones; la hora de comer...
Las visitas cada vez venían menos, ya que esta pequeñita se empeñaba en recibirlas con brincos y mordidas; es más su dueña no podía ir a realizar las compras porque esta chiquita se lo impedía de mil formas.
Lo que en principio sería alegría y amor se transformó en el peor de los infiernos...
Can un plan adecuado y mucha perseverancia hemos logramos resolver estos problemas de conducta y hoy Inés disfruta con plenitud de la compañía de su Jack Russell.
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